La desprotección de los inquilinos frente a las condiciones abusivas para alquilar es una tendencia que se está consolidando a nivel mundial. Llegar al siguiente mes de alquiler se transforma, en muchos casos, en una frustración constante.
Opinión
Por Juan Manuel Robledo
Creo yo que todos, desde que tenemos aproximadamente 15 años
en adelante y empezamos a dejar la niñez atrás para empezar a mirar hacia la
adultez en nuestra precoz adolescencia, empezamos a fantasear un poco con lo
que será nuestra vida de grandes. Dentro de esta fantasía adolescente, lo que
más se imagina uno es como será la casa donde vivamos: si vamos a vivir en
pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires o si vamos a quedarnos en el barrio
de toda la vida; si vamos a alquilar un departamento en un edificio enorme o si
vamos encontrar un PH para mantenernos alejados del ruido de la línea municipal
de la calle; si vamos a poder invitar a nuestros amigos todos los fines de
semana o si vamos a preferir encerrarnos en nuestra fortaleza de la soledad a
disfrutar el tiempo con nosotros mismos sin la presencia de nuestros padres que
nos digan a que hora cenar.
Cuando se tiene 15 años puede ser muy divertido pasar horas en este mundo de fantasía en nuestra cabeza, pensando las miles de posibilidades que nos ofrece nuestra imaginación sobre el futuro de supuesta libertad que nos deparará la vida. Pero cuando uno ya no tiene 15 años, sino veintipico o treinta y pico, la fantasía de la vivienda deja de ser algo divertido de imaginar y puede pasar a ser uno de los factores más estresantes de nuestra vida adulta y el mayor motivo de nuestras preocupaciones.
Hoy en día, el acceso a un alquiler es una de las mayores preocupaciones de aquellos que pertenecemos a la generación a la cual el convertirse en propietarios de una casa se ha vuelto algo casi prohibitivo. Salarios de hambre para puestos de trabajo no especializados (me produce horror cada vez que me cruzo en X – ex Twitter – con los hilos donde la gente cuenta cuanto cobra en su trabajo por determinada cantidad de días y horas a la semana), la inestabilidad económica para una clase media y baja que parece ser un fenómeno mundial hace varias décadas, la especulación inmobiliaria y el lobby de los grandes grupos económicos que atentan contra cualquier ley que beneficie aunque sea un poco a los inquilinos son algunos de los principales factores que producen una realidad casi desesperante para la mayoría de las personas en la Argentina y en el mundo: la posibilidad de terminar sin un techo sobre nuestras cabezas pasa a ser un escenario muy posible.
Muy por el contrario de lo que es el imaginario argentino, este no es un problema exclusivo de nuestro país. Al respecto, me crucé con varias columnas en el diario británico The Guardian que hablan sobre la crisis habitacional en toda la Unión Europea. En todas estas columnas, el problema central era el mismo: los grandes grupos financieros, luego de la crisis económica del año 2008, se volcaron a las inversiones inmobiliarias en forma masiva, elevando el costo de acceso a un alquiler. También en contra de lo que es el imaginario popular, la realidad demostró en las ciudades europeas que la inversión del capital privado en las viviendas para alquiler no aumentó la oferta de inmuebles disponibles, sino que, por el contrario, el mantener una baja cantidad de casas y departamentos disponibles para alquilar benefició a estos grupos económicos, quienes de esta forma logran mantener elevados los precios de los alquileres, maximizando sus ganancias a costa de un derecho humano básico como lo es el acceso a una vivienda digna (para sorpresa de nadie, los twitteros libertarios no tenían razón, y la mano del mercado no hizo nada más que elevar los precios).
En el caso de nuestro país, la tendencia global del encarecimiento de la vivienda no desaparece. Desde que se dictó en diciembre del 2023 el DNU 70/2023 (un DNU absolutamente inconstitucional que no supera ni un análisis mínimo que sostenga su legitimidad ni legalidad) el cual derogó la Ley de Alquileres (de nuevo, de forma inconstitucional) las condiciones de acceso a un alquiler se volvieron mucho más difíciles para los inquilinos que no cuentan con otra opción más que someterse a las ocurrencias abusivas de los propietarios de los inmuebles, de los cuales muchas veces se tratan de grupos inversores (así como los nenes de Chaco siguen pasando hambre a pesar del gobierno del todo poderoso Milei, los jubiladitos de los que tanto hablaron no son los beneficiarios de este DNU en lo que se refiere a alquileres).
• Entre las respuestas relevadas, el 91% de los inquilinos afirmó tener que relegar varios gastos para poder pagar el alquiler. En el 44,9% redujeron gastos en alimentos y en el 48,4% de los casos en salud.
• Casi el 39% de los inquilinos encuestados tiene más de un trabajo. Y el 51% de quienes fueron consultados, trabajan en promedio entre 9 y 12 horas por día.
• 6 de cada 10 inquilinos están endeudados.
Mucho se ha hablado y prometido con la mano invisible del mercado y la teoría del derrame, pero lo cierto es que el derrame no llega nunca y los de abajo seguimos esperando que las condiciones generales de vida mejoren para todos. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que, cuando se trata de derechos humanos básicos, como el tener un techo sobre nuestras cabezas, delegar su cumplimiento al mercado solo ha producido un tipo de derrame: el de la desolación en aquellos que no saben si podrán pagar el próximo mes de alquiler.
JMR

0 Comentarios