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"La Paciente Silenciosa" de Alex Michaelides es un thriller fascinante e imposible de soltar, que no solo atrapa al lector, sino que invita a reflexionar sobre la crucial necesidad de espacios dedicados a la contención y el cuidado de nuestra salud mental.

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Este año vengo leyendo mucho. Un poco como forma de mantenerme alejado de las pantallas y de todo el tiempo que paso pegado al celular mirando a la nada misma, perdiendo horas y horas mirando reels de Instagram, hasta que me doy cuenta de que no solo me duelen los ojos, sino también los dedos y la muñeca por tanto sostener el celular. Otro poco también como forma de ver cuántos libros logro leer este año. No es que tenga una meta que cumplir, ni tampoco un desafío por alcanzar determinada cantidad de libros al 31 de diciembre, pero cierta curiosidad me da saber cuál será ese número final al sonar las campanas de Año Nuevo, a través de la pantalla de Crónica TV, mientras celebre con mi pareja y nuestros dos gatos el comienzo del 2026.

Sin lugar a dudas, de todos los libros que leí hasta ahora en el año, no hay ninguno que me haya impactado tanto como La Paciente Silenciosa, del autor chipriota Alex Michaelides. Un thriller muy atrapante con uno de los giros argumentales más impactantes que leí en el último tiempo (tranquilos, no va a haber spoilers). Ya desde el comienzo, en la contratapa, el libro viene con varias opiniones muy favorables y me sentí bastante identificado con la que escribió A. J. Finn, autor de La Mujer en la Ventana, cuando reseñó lo siguiente: “El thriller perfecto. Esta extraordinaria novela hizo que me hirviera la sangre, literalmente no pude dejar de leerla. Me sumergí en la lectura y, once horas después, a las 5.47 de la mañana, la terminé absolutamente deslumbrado”.

La trama de La Paciente Silenciosa es la siguiente: Alicia Berenson es una exitosa pintora que vive en Londres y está casada con su marido, Gabriel Berenson, quien es fotógrafo de profesión. Alicia y Gabriel parecen tener un matrimonio feliz hasta que, una noche en la que nadie se esperaba lo que estaba a punto de suceder, Alicia le dispara cinco tiros a la cabeza de Gabriel, matándolo en el acto. A partir del momento del asesinato, Alicia no vuelve a hablar nunca más. Luego de ser sometida al juicio por el asesinato de su marido, en el que la declaran culpable del mismo, es enviada a The Grove, una unidad de seguridad y hospital psiquiátrico ubicado en el norte de Londres, donde será recluida. Seis años después de la noche del asesinato, llega Theo Faber a The Grove: un nuevo psicoterapeuta obsesionado con el caso de Alicia que hará todo lo posible por ayudarla a recuperar su voz, y de esta manera, desentrañar el misterio de qué fue lo que llevó a Alicia a disparar contra su marido para terminar con su vida.

La novela alterna entre dos narradores: por un lado tenemos a Theo, quien narra la mayor parte de la historia, que está escrita en primera persona desde su punto de vista. Por otro lado, alternando con la narración de Theo, podremos ir leyendo el diario personal de Alicia, a través del cual nos iremos enterando de su vida, su relación con Gabriel, su pasado familiar, información sobre su trabajo como pintora y todo lo que la ha llevado hasta la trágica noche en que su vida cambió para siempre. Así como Michaelides nos hace ir alternando entre ambos narradores, van surgiendo conexiones entre ambos protagonistas de la novela. Algunos de estos puntos en común le dan un toque extra a esta historia y pueden hacer que más de un lector se sienta reflejado con algunos de los conflictos a los que se enfrentan los personajes.

Todo aquel que tenga ojos para ver y oídos para oír se convencerá de que ningún mortal es capaz de guardar un secreto. Si sus labios callan, habla por la punta de los dedos; hasta el último de sus poros lo delata – Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis.

Hay un interesante  punto en común que une a Alicia y a Theo: la dependencia emocional a la que se encuentran sometidos. Sin revelar detalles específicos de la trama (ya que, como mencioné, no quiero arruinar la experiencia de descubrir este excelente thriller) resulta llamativo observar cómo ambos protagonistas se encuentran inmersos en relaciones sentimentales de las que parecen ser completamente dependientes, y cómo esa dependencia tiene su origen en traumas del pasado. Es acá donde uno puede reconocerse, al menos en parte: quien haya atravesado momentos en los que necesitó aferrarse a un sostén emocional comprenderá lo fácil que es desarrollar una forma de dependencia afectiva. Como contrapartida, quien haya pasado por este tipo de vínculos sabe lo difícil que resulta salir de esa dinámica. No se trata de no darse cuenta de que la relación afectiva en la que uno está hace daño, sino de que la realidad cotidiana puede ser tan abrumadora que el miedo a la soledad termina pesando más. A veces, la idea de sumar el duelo por la pérdida de una pareja que — aun con sus defectos y con toda la negatividad que trae a nuestra vida— está presente cuando la necesitamos, cuando buscamos ese abrazo de contención después de los roces y las peleas, se vuelve demasiado difícil de afrontar.

La salud mental también resulta protagonista a lo largo de toda la historia: desde la primera página sabemos que Alicia es recluida en una institución psiquiátrica tras ser condenada por el asesinato de Gabriel. Así, la intervención de Theo como psicoterapeuta y su trabajo por desentrañar el misterio que llevó a Alicia a tomar una decisión tan extrema se mantiene presente a lo largo de toda la novela. Curiosidades de la vida, hace apenas una semana se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, el 10 de octubre. Al igual que Alicia guarda silencio frente al trauma que carga en su interior, es inevitable preguntarse cuántas personas necesitan acceder a un servicio de salud mental y se ven privadas de hacerlo por distintos motivos. Ya no se trata de un silencio voluntario, sino de un silencio impuesto por la imposibilidad de contar con un espacio terapéutico al cual acudir. No todas las personas disponen de los medios económicos para asistir a sesiones de terapia y, cuando se trata de servicios psicológicos cubiertos por obra social, los comentarios que uno escucha suelen ser desalentadores. A esto se suman casos como el del Hospital Bonaparte, que hasta hace poco fue noticia en todos los medios por el recorte de presupuesto del gobierno nacional y las constantes amenazas de cierre.

En definitiva, La Paciente Silenciosa es un thriller atrapante que nos hace pararnos frente a la locura y la muerte, de tal forma que nos resulta difícil soltar el libro de las manos. Como Alcestis, la protagonista de una de las obras del dramaturgo griego Eurípides, Alicia guarda silencio ante el trauma y la muerte. Me pregunto cuántas personas en el mundo real se verán obligadas también a soportar este mismo silencio por falta de apoyo y contención. Un silencio que, al final, se vuelve ensordecedor. 

 

JMR