La Justicia no se mancha

El Poder Judicial otra vez en deuda con la sociedad. El escándalo en el juicio por la muerte de Diego Maradona y nuestras instituciones otra vez en la mira. 


Opinión

Por Juan Manuel Robledo





Otro escándalo en Tribunales, otra mancha más a nuestras instituciones. La violación de la garantía del juez imparcial degrada la confianza que como sociedad debemos tener en quienes resuelven sobre nuestros derechos.

Una vez más vuelve a ser noticia en los diarios un escándalo en el Poder Judicial: este jueves se declaró la nulidad del juicio en el que se investiga si se cometió un homicidio en relación con la muerte de Diego Maradona. La causa, como muchos ya habrán escuchado a esta altura, fue que se vio comprometida la imparcialidad de uno de los tres jueces que integraban el Tribunal que estaba juzgando el caso.

La jueza Julieta Makintach quedó en el ojo de la tormenta después de que se planteara su recusación en el juicio, luego de que se conociera que la misma estaba participando en la grabación de un documental relacionado a la muerte del 10 llamado "Justicia Divina". Para aquellos que no están familiarizados con el término, recusar a un juez significa que se pide que el mismo no intervenga en un determinado juicio ya que hay motivos suficientes para creer que no puede ser imparcial (es decir, se cree que tiene interés en beneficiar a alguna de las partes del juicio). Esta duda sobre la imparcialidad del juez afecta directamente a la garantía constitucional que prevé nuestra Constitución Nacional a un debido proceso (según su artículo 18).

 

Más allá de lo que se termine resolviendo sobre la jueza (la Suprema Corte de Buenos Aires le ha impuesto una licencia de 90 días y ya se está hablando de destituir a la magistrada) y del desarrollo de un nuevo juicio sobre la muerte de Maradona (el juicio deberá comenzar de nuevo, a cargo de otro Tribunal) hay algo central que no puede pasarse por alto: otra vez vuelve a quedar manchado el Poder Judicial.

Si ya de por sí la imagen que tiene la sociedad en general con respecto a nuestras instituciones – que muchas veces llegan tarde a solucionar los problemas de la gente de a pie – es bastante negativa, este tipo de situaciones la verdad que no ayudan mucho a cambiar el panorama general sobre la reputación ni del Poder Judicial, ni del Estado en general.

 

A mi en lo personal me molestan mucho estas situaciones. Un poco por ser abogado y estar todos los días en contacto con el mundo judicial, pero por sobre todo porque realmente tengo la convicción de que el Poder Judicial es el poder del Estado que está más al alcance de todos para que nos asistan y se defiendan nuestros derechos. Ni el congreso ni el presidente (se ve claramente con esta gestión, sino pregúntenle a un jubilado, a alguien del colectivo LGBTIQ+, a un docente, o a alguien con discapacidad) están en el día a día resolviendo los problemas de las personas. En cambio (y más allá de lo estrictamente técnico, respecto a lo que le toca hacer a cada poder del Estado conforme a la división de poderes) el Poder Judicial está como herramienta al alcance de todos para plantear nuestros problemas y pedir que se hagan respetar nuestros derechos.

De los tres tipos de funcionarios que tiene nuestro país (jueces, legisladores y administrativos), los jueces son los encargados de hacer cumplir la Constitución y los derechos que allí plasmó la sociedad, como un núcleo mínimo de reglas de convivencia que no puede ser vulnerado. Y en esta función que tienen los jueces, tienen el deber de resolver los casos que se les planteen de acuerdo con las garantías que la propia Constitución establece (o al menos se supone que así lo hagan).

En este punto le quiero dar la razón a Luque, uno de los acusados por la muerte de Maradona, cuando expresó su enojo al decir: "La jueza diciendo 'la justicia no se mancha' mientras miraba a las hijas, es una joda". Un juez no puede incurrir en estas faltas. No se puede estar demostrando abiertamente una mayor comprensión a una de las partes de un proceso, aunque la frase parezca inocente. Este tipo de comentarios dan a entender, al menos de forma sutil, que el Tribunal ya estaba orientado a una determinada resolución del caso, aún cuando faltaran producirse pruebas. No es serio ni tampoco se puede dejar pasar.

 

No quiero caer en el pesimismo que – con justa razón – tienen la mayoría de mis conciudadanos respecto al funcionamiento del Poder Judicial. Yo quiero seguir viendo con buenos ojos a quienes todos los días se ponen a leer sobre los problemas de las personas, sobre las historias que cada uno de nosotros les acercamos, las pruebas con las que contamos y las peticiones que hacemos para que se hagan respetar nuestros derechos: que se nos pague una justa indemnización si sufrimos un despido injusto; que se obligue al progenitor que no se hace cargo de dar recursos económicos a sus hijos a que lo haga; que si somos víctimas de un delito, se persiga y se castigue su comisión; que si una empresa no cumplió con el producto o servicio que nos ofreció, que se nos compense por ello.

 

Pero así como quiero seguir creyendo en las bondades del Poder Judicial y de todos los funcionarios y auxiliares de la justicia que trabajamos todos los días en pos de una sociedad más justa, tengo que ser también de los primeros en criticar las cosas que erosionan cada día la confianza de todos nosotros en este pilar fundamental de la sociedad como lo es la justicia.

Lo que pasó con la jueza Makintach no es la regla, es la excepción. Pero lo cierto es que en los años que llevo ejerciendo la abogacía, fui testigo de muchas excepciones: Secretarios de juzgados y tribunales que presionan a una de las partes de un juicio para que acepte un ofrecimiento y llegue a un acuerdo con la otra parte para no tener que ponerse a redactar una sentencia; audiencistas que alevosamente se ponen del lado de una de las partes en medio del interrogatorio de testigos; empleados de juzgados que tienen una velocidad digna de los Juegos Olímpicos para resolver los escritos que presenta una de las partes, pero que después “duermen” los escritos de la otra. A mi me ha llegado a gritar una empleada de un juzgado laboral para cubrir un error suyo y que yo termine cediendo en aceptar la petición de la otra parte, porque sino la que iba a tener problemas era la propia empleada del juzgado; todo esto ante la vista del propio Secretario del juzgado que luego de que se calmó el asunto me vino a pedir disculpas (spoiler: no cedí).

 

El fiscal Federico Delgado definió alguna vez a nuestro Poder Judicial de esta forma: “En el Poder Judicial hay abogados buenos y malos, y personas que no terminaron la carrera de Abogacía. Hay estudiantes, acomodados, oportunistas y arribistas. Honestos y deshonestos. Formales e informales. Conservadores y progresistas. Algunos de ellos van a trabajar todos los días. Dentro de ese grupo, algunos trabajan y otros hacen como si trabajaran. Algunos van sólo a veces y otros casi no van. Hay responsables e irresponsables. Unos son parte de la corrupción, otros la toleran y otros la combaten.”

Tal vez, solo tal vez, si quienes tienen la dignidad de estar a la altura y de trabajar por un mejor Poder Judicial superan en número a quienes avergüenzan a la defensa en juicio y al debido proceso, quizás podamos volver a confiar en quienes deciden el destino de nuestros derechos. Quizás así podamos seguir diciendo “Será Justicia”. 


JMR



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