Opinión
La banalización de la política, los discursos de odio y el sentirse re canchero insultando a todo el mundo están convirtiendo la realidad social en una arena de combate al estilo Twitter. El asesinato de Charlie Kirk es otra muestra de que la violencia política no le sale gratis a nuestras sociedades.
Cuando el pasado miércoles vi la noticia de que en Estados
Unidos habían asesinado al activista político conservador Charlie Kirk mientras
estaba dando un discurso en la Universidad del Valle de Utah, un poco como que se
me vino a la cabeza el refrán de que cada uno cosecha lo que siembra. Kirk era
conocido por tener un estilo agresivo, polarizante y confrontativo dentro de la
política estadounidense, con discursos en contra de los inmigrantes, la izquierda,
el feminismo y todo a lo que el conservadurismo le gusta llamar “cultura woke”.
Una especie de Gordo Dan norteamericano, pero más activista político y
menos hombre infantilizado que doma desde su celular en la calle virtual.
Hace casi una década que el discurso político internacional
se ha ido cargando de una violencia que muchos jamás imaginaron posible. Lo
vemos reflejado en Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en
Brasil o Nayib Bukele en El Salvador. En nuestro país también por
supuesto lo vivimos de primera mano con Javier Milei, quien, tanto a
través de sus redes sociales como desde la Casa Rosada mediante cadenas
nacionales no se cansa de decir cosas como “zurdos de mierda la van a pasar
como el orto” o “los vamos a ir a buscar donde se escondan”. Yo creo
que ni siquiera el mismísimo George Orwell se hubiera imaginado un
futuro donde los funcionarios del partido oficial se pararan frente a una
pantalla a insultar abiertamente a todo el mundo y eso que en su novela “1984”
no tenían problema con desaparecer a quien se revelara contra el Gran
Hermano.
Lo cierto es que también, lamentablemente, era esperable que
lo que pasó este miércoles pasara y siga pasando. La banalización de la política
por parte de la extrema derecha y la lluvia de insultos y degradaciones que
reparten para todos lados, tarde o temprano iba a reflejarse en un acto de la
sociedad que les devolviera todo lo que predican. Dicen que los líderes políticos
son el reflejo de las sociedades que los votan. Yo por el contrario creo que es
al revés: las personas tienden a ajustar sus actos a los límites morales que
todos como sociedad les imponemos a los demás. Más allá de los límites morales
de la conciencia de cada uno, nadie es el mismo cuando se maneja en diferentes
grupos sociales, con diferentes códigos y diferentes líneas que marcan un “hasta
acá”. Fuera de esos límites permitidos, avanzar más allá de donde nos van a
juzgar los demás suele costar bastante, sobre todo si nosotros mismos reconocemos
que estamos actuando mal cuando cruzamos ciertos límites.
Ahora traslademos eso a un escenario en la vida real donde
el propio presidente de un país da a entender que está bien salir a golpear a
las personas de izquierda, que está bien decirles enfermos abusadores a las personas
del colectivo LGBTIQ+, decirles “comunistas de mierda” a las personas
que piden asistencia social para un familiar con una discapacidad y llamar “degenerados
fiscales” a los jubilados que piden una jubilación que les permita no
morirse de hambre. Pedirle respeto y cordura a la gente de a pie, cuando la
persona con más poder de un país se la pasa jugando a ser un dios juzgador todopoderoso
no pareciera ser lo más lógico. En cambio, la lógica que nos transmiten nuestros
gobernantes pareciera ser la de una realidad que se ha transformado en un hilo
de Twitter, donde la agresión es la regla y los argumentos que se formulan con
razonamiento terminan en la nada ¿Qué podemos esperar entonces de nuestras
sociedades?
Justamente fue el mismo Milei quien a través de Twitter salió a echarle la culpa a la izquierda del asesinato de Charlie Kirk. El Javo, fiel a su estilo, despidió al activista conservador con un tuit que lejos de apuntar a la paz social, invita a la persecución de la disidencia política: “Mis condolencias a la familia de Charlie Kirk y a todos los jóvenes en el mundo que lo admiraban y lo escuchaban. Un formidable divulgador de las ideas de la libertad y acérrimo defensor de Occidente. Fue víctima de un asesinato atroz en medio de una ola de violencia política de izquierda en toda la región. La izquierda es siempre en todo momento y lugar un fenómeno violento lleno de odio. El mundo entero perdió a un ser humano increíble. Adiós.” Sin embargo, fue también el mismo Javier Milei quien en el año 2022 fue el único referente político que guardó silencio sobre el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, un hecho de violencia con una magnitud tal que fue capaz de unir a la inmensa mayoría del arco político por un momento para condenar el atentado contra la exmandataria.
Si este es el futuro definitivo de la política, realmente
estamos en un problema. Una cosa es que sea la gente de a pie quienes, en
discusiones pasionales, defendiendo visiones del mundo contrapuestas, exacerben
sus emociones y eleven el tono de la discusión. Esto pasó, pasa y siempre va a
pasar. Se sabe que la política, el fútbol y la religión son temas que generan
choques (no por nada nos piden que no se hable de esto en las mesas navideñas
y de fin de año). Pero otra cosa muy diferente es el hecho de que
referentes y líderes políticos llamen constantemente a la violencia, al odio y
a la agresión contra sus opositores, contra el periodismo y contra todo aquel
que no comparta sus formas de gobernar.
Por otro lado, puede que aprendamos como sociedad de lo que
la historia nos está enseñando. Puede que lleguemos a vivir en una sociedad
donde el diálogo y el debate democrático puedan volver a darse en un marco de
respeto y tolerancia, sin caer en discursos intolerantes y totalitarios.
Señales como la reciente condena a Jair Bolsonaro a 27 años de prisión por el
fallido intento de golpe de Estado en Brasil nos dicen que no todo está
perdido, que quienes buscan constantemente imponer su gobierno a través de la
violencia se enfrentarán tarde o temprano a las consecuencias de sus actos.
JMR
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