Opinión
Entre razones válidas y conversaciones incómodas ¿Qué estamos haciendo como sociedad para que decidir o no tener hijos sea realmente una decisión libre y no algo marcado por nuestros bolsillos?
Esta semana vi el episodio piloto de la serie Master of
None, disponible en Netflix, y protagonizada por Aziz Ansari en el
papel de Dev Shah, un actor indio de 30 años que vive en Nueva York, intentando
cumplir su sueño de ser un actor de cine. El comienzo de este primer capítulo
nos muestra a Dev teniendo relaciones sexuales con una chica que conoció ese
mismo día en un bar. En un momento incómodo para ambos, Dev le avisa a esta
chica que se le rompió el preservativo y le pregunta si ella usa algún método
anticonceptivo. Frente a esto, ambos deciden que lo mejor es ir a comprar un
anticonceptivo de emergencia a la farmacia.
Esta primera escena es un gancho para hablar sobre el tema
del capítulo: tener o no tener hijos. A partir de este accidente, Dev se pone a
reflexionar sobre si quisiera ser padre o no, teniendo en cuenta que ya tiene
30 años. El episodio irá alternando con diferentes pensamientos del
protagonista, quien durante esa tarde va a tener una muestra gratis de lo que
es ser padre: Dev se cruza con una amiga que tiene una reunión de emergencia y
le pide que cuide a sus dos hijos (no se dice cuántos años tienen ambos,
pero estarán entre los 7 y 10 años). Así, Dev pasa toda una tarde cuidando
a Grant y Lila, los hijos de su amiga, quienes le hacen pasar más de un momento
de tensión por los caprichos que podría tener cualquier niño de esa edad.
En este primer capítulo de la serie, tenemos una clara
muestra de los pensamientos contradictorios que nos pueden generar, a cualquier
persona en nuestros treinta años, la idea de ser padres. Usando el recurso de
los flashforwards, Dev se imagina primero una situación ideal, siendo el
padre de un hijo y una hija, todos muy bien vestidos, comportándose
respetuosamente en la calle como toda una familia modelo. Por otro lado,
después de pasar algunas horas con Grant y Lila, Dev tiene un flashforward
en sentido contrario: se imagina como un padre exhausto que llega de trabajar,
solo para encontrarse con sus hijos destrozando la casa y ensuciando todo por
todos lados.
Los cambios generacionales de nuestra época (por suerte) nos
fueron llevando a un escenario en el que la maternidad y la paternidad dejaron
de ser una obligación para convertirse en una elección. Las políticas públicas
de Educación Sexual Integral, que redujeron los embarazos adolescentes; la
creciente incorporación de las mujeres al ámbito laboral y sus luchas por
acceder a puestos cada vez más especializados y jerárquicos; la sanción de la
Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo; y la mayor posibilidad de que
hijos e hijas de la clase trabajadora accedan a la universidad, son parte de
ese proceso. Visto así, hoy hablar de maternidades y paternidades tiene que
ver, ante todo, con el deseo —o no— de recorrer ese camino.
Y aun así, en esta era de libertades, decisiones personales
y opiniones diversas, siguen existiendo muchos motivos que se consideran “mal
vistos”, tanto para ser padres como para no serlo. A veces parece que no
importa el camino que elijamos, sino las razones por las cuales lo hacemos. La
crítica ajena parece estar siempre al acecho, lista para caer sobre nosotros en
cualquier momento. Pienso, entonces, en las muchas y absolutamente válidas
razones que cualquiera de nosotros puede tener para tomar una u otra decisión
de vida, pero como no muchas personas están dispuestas a ver con buenos ojos
esas razones.
Me gustaría, en este punto, hablar de una de esas razones
controversiales. Un motivo para tener hijos que, a mi entender, genera algunas
de las críticas más frecuentes: la idea de que serán ellos quienes nos cuiden
cuando ya no podamos hacerlo por nuestros propios medios. Este me parece un
punto totalmente válido para quien decide traer hijos a este mundo. En un país
donde los jubilados son constantemente el último eslabón de la cadena para todo, y en el cual,
según datos del portal Chequeado.com
,
en octubre de 2023 el
64,4% de los jubilados cobraban la jubilación mínima, enfrentarse a la vejez en
soledad cuando ni siquiera se puede llegar a fin de mes sin ayuda parece ser un
panorama bastante aterrador.
Entre los detractores de esta idea, hay un argumento que
cobra bastante fuerza: nuestros hijos no nos pidieron nacer y no tienen por qué
tener la obligación de hacerse cargo de nosotros. Y este también es un muy buen
punto para estar de la vereda de enfrente a la hora de pensar a nuestra prole
como una especie de seguro de vida en los años más vulnerables. Por otro lado,
nosotros tampoco pedimos venir a este mundo. Nadie lo ha hecho. Sin embargo,
acá nos encontramos todos, teniéndole que hacer frente a la vida con todas sus
dificultades. ¿Enfrentarse en soledad a la vejez pasa a ser una obligación
moral? ¿Es egoísta que no queramos estar en una situación tan vulnerable en los
últimos años de nuestra vida?
Por el otro lado, pienso también en los motivos de la vereda
de enfrente, por los cuales una persona no desearía ser padre o madre: ¿qué
pasa cuando no tenemos a nadie que nos dé una mano para cuidar a nuestros
hijos? Pareciera que uno quisiera sacarse de encima a sus chicos, cuando uno lo
que quiere es simplemente la tranquilidad de poder contar con una persona de
confianza cuando se tiene que ir a hacer algo tan básico y necesario como ir al
trabajo.
En la era postpandemia de Covid-19, donde pensaríamos que los
beneficios del home office han demostrado que se pueden adaptar las tareas
laborales perfectamente al entorno del hogar, cada vez más y más empleadores salen
a reclamar por un regreso completo al trabajo de forma presencial en la oficina.
Ya ni siquiera hablo de los trabajos que se tienen que realizar de forma
presencial necesariamente (construcción o el rubro textil, por solo nombrar dos
ejemplos), sino de los trabajos que se hacen sentados en un escritorio desde
una computadora.
Cuando uno lo piensa de esta forma, lo primero que se le
viene a la cabeza a uno es pedirles ayuda a sus familiares. En mi caso,
recuerdo cuando mi mamá tenía que ir a trabajar y venía a cuidarme mi abuela,
quien viajaba todos los días de la semana desde Lomas de Zamora hasta Lanús
para cuidarme hasta que mi mamá regresara, hasta que cumplí aproximadamente 14
años. Sin embargo, entre quienes se oponen a esta idea el argumento que siempre
surge es que “nadie debería tener por qué hacerse cargo de tus hijos si quien
decidió tenerlos fuiste vos”. ¿Qué pasa entonces con aquellos que no cuentan con nadie quien los ayude? ¿Poder pagar un jardín maternal o una niñera tiempo completo pasa a ser un requisito para poder elegir ser padres?
Días como hoy, en el que el tema de tener hijos o no pareciera estar hasta en el discurso oficialista de los gobiernos de turno, podríamos dar pie a la conversación sobre que estamos haciendo como sociedad para construir las condiciones sociales necesarias para que la elección sobre las maternidades y paternidades sea realmente una elección libre. Mientras tanto, el deseo o no de tener hijos seguirá estando condicionado, como casi todo en esta vida, por el hecho de si nuestros bolsillos nos permitirán ser realmente dueños de nuestras decisiones.
JMR
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